NOTAS DE CREACIÓN
DE ALAUDA RUIZ DE AZÚA

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MEMORIA DE DIRECCIÓN

La conversación sobre el consentimiento está en el centro de la actualidad. Nos estamos replanteando cuestiones que hace escasos 6 o 7 años eran impensables. En ese marco, surge esta idea de crear una historia sobre un caso de abuso sexual límite en lo jurídico y en lo familiar: una mujer denuncia que ha sido violada durante años por su marido, eso sí, él nunca le pegó y ella no dijo que “no”. Queríamos profundizar en el concepto del consentimiento. Ir más allá del “sí es sí”. Hablar de “la imposibilidad de ejercer la voluntad” como el siguiente territorio a debatir cuando juzgamos casos de este tipo.

Siempre siento que es muy delicado contar historias que, aunque ficticias, beben de las historias reales de muchas personas. Hay una responsabilidad especial. Un deseo de hacerlo con mucho rigor, cero morbo, con intención de generar un debate constructivo y real. Por eso, desde el principio, tanto a la hora de escribir como de crear el imaginario visual, elegí un enfoque hiperrealista.

Escribí la serie junto a Júlia de Paz y Eduard Solà y pasamos meses investigando, reuniéndonos con psicólogos, abogadas, asociaciones de víctimas, leyendo denuncias o asistiendo a juicios. Me gusta encontrar los patrones que se repiten en las historias reales. Creo que en esos patrones suele esconderse lo estructural, lo sistémico y, muchas veces, lo universal. La serie se escribió con mucho rigor, inspirada en varios casos reales. No hay nada de lo que ocurre o se dice en la serie que no haya pasado una o varias veces en la realidad. El caso es un caso ficticio, construido, pero que podría ser perfectamente real.

A la hora de dirigirla, sentí que tenía que ubicarla en un escenario que conociera bien, donde pudiera sentir ese golpe de realidad en cada plano. Por esa razón, propuse rodar la serie en Bilbao. Quería retratar a esta familia en ese mundo de provincias del norte. Además, elegí un entorno de clase media alta. Por un lado, ha habido una intención casi antropológica de explorar esos entornos y de retratar esa esa manera de vivir, de reunirse y relacionarse. Por otro lado, había un deseo estético. Ese ambiente nórdico, gris, plomizo, me parecía visualmente muy interesante para una sociedad que contiene sus emociones, no suele airear los problemas y tienden a la contención como símbolo de fortaleza. Un lugar donde siempre es otoño y pesa su arquitectura de piedra y madera. Esa apuesta formal me permitió también dar con un código visual y sofisticar el lenguaje. Usar los colores del cielo y de la ría Bilbao. Los grises, azules oscuros, verdes sucios... Utilizar un formato panorámico dándole peso a los ambientes y a las relaciones entre personajes. Después de todo, se trata de una historia sobre una familia y siempre hay varios personajes enfrentados o relacionados en la escena.  

Otra decisión formal importante fue la de tratar al espectador como juez. He querido construir la tensión de la historia sobre ese viaje del espectador. No hay flashbacks, no hay certezas absolutas. El espectador tendrá que sacar sus propias conclusiones como en un juicio, pero también reflexionar sobre cómo las sacamos cuando una historia así nos llega en la vida, en el vecindario o en la oficina. Esa elección hizo que colocara al espectador en un lugar privilegiado a través de la cámara: en la intimidad de esas casas (¿Cuál es el relato que se hacen estos personajes en la intimidad, cuando no los mira nadie?) o como si asistieran al juicio (¿Qué decidirías tú si fueras el juez?). También decidí ser estricta en cuanto a los puntos de vista: el espectador sólo tiene acceso a cuatro puntos de vista. El de la víctima, el del supuesto agresor y el de los hijos de ambos. Como espectadores, tendremos que juzgar por lo que vemos, escuchamos y sentimos. Tal y como ocurre en un juzgado, en la vida real. En este sentido, el cine de Farhadi, la serie “The Staircase” o la película “Tár” son algunas referencias que sobrevolaron por mi cabeza durante tiempo.

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MEMORIA DE guion

El guion se construye sobre dos tramas principales. Una trama familiar y una judicial. Una familia que se desintegra a medida que el procedimiento judicial se pone en marcha. Dos procesos que se retroalimentan entre sí. El conflicto de esta serie crece y adquiere profundidad al hacerlo en la intimidad de una familia, ese lugar donde uno no puede mirar para otro lado. La familia abraza los conflictos sin piedad y esta no es una excepción. ¿Es distinto el juicio de un hijo al de un juez?

La familia nos sirve también como reflejo de la sociedad. Nos cuesta creer a las víctimas porque nos obliga a actuar, a tomar partido, incluso a juzgarnos a nosotros mismos. Estas son las preguntas sobre las que se construye la serie: ¿Por qué nos cuesta tanto creer a las mujeres víctimas de violencia sexual? ¿Por qué mostramos esas resistencias como sociedad? ¿Por qué nos adherimos a la defensa de la presunción de inocencia del agresor con mucha más facilidad de la que escuchamos el relato de las denunciantes?

Desde el guion quisimos explorar la idea de que la mayoría de la gente no sabe cómo actúa realmente una víctima. Las juzgamos desde nuestro bienestar. No entendemos cómo se llega a ser víctima desde nuestra seguridad, desde lo racional. Tenemos una idea preconcebida de lo que deben hacer. Muchas veces como familia, amigos o compañeros de trabajo, reaccionamos preguntando: ¿Por qué no hiciste nada? ¿Por qué te quedaste parada? ¿Por qué no gritaste? ¿Por qué no denunciaste antes? Las culpamos por lo ocurrido de forma velada o las tratamos como locas o débiles. Ojalá, después de ver esta serie, el espectador entienda cómo un agresor convierte a esa mujer en una víctima y la coloca en un lugar anímico y emocional en el que es incapaz de defenderse, donde vive atemorizada y coaccionada, donde no puede ejercer su voluntad. Cómo el miedo, el acoso, el aislamiento, nos lleva a la indefensión. Como la mayoría de estas mujeres tienen que “perdonarse” a sí mismas cuando escapan del yugo de su maltratador. ¿Por qué debería perdonarse alguien por no haberse defendido, por ser vulnerable?

Estas preguntas me llevaron al siguiente tema de la serie: nuestra tolerancia a la violencia en el momento actual y en el sistema judicial. En la familia todo es más complejo porque se mezclan los afectos y los vínculos con la idea que tenemos de la justicia. Toleramos con facilidad agresiones verbales, gritos y golpes. Lo normalizamos como muestras de carácter o estallidos de presión. Es difícil asumir que tu padre o marido es tu agresor. Eso también se plasma a la hora de denunciar o testificar: el sistema judicial tiende a minimizar la violencia que no es física y evidente. Sin embargo, la violencia es muchas veces invisible y no por ello menos dañina. La tolerancia a la violencia, el culto al fuerte, el rechazo al débil… en la familia como reflejo de la sociedad. Un hijo mayor que tiene miedo de convertirse en su padre. Un hijo menor que sabe que no es cómo su padre. ¿Qué aprenden las mujeres, pero también los hombres, sobre la violencia? ¿Cómo los define? Hay un retrato de la masculinidad diverso, de tres hombres muy distintos, aunque pertenezcan a una misma familia.

Y, por último, para mí el tema esencial, el visceral, el intuitivo, el que vertebra el relato de una manera universal: el poder del miedo sobre las personas. Cómo, de forma invisible pero poderosa, el miedo puede llegar a condicionar nuestras vidas y nuestros consentimientos.

Créditos

Creada por: Alauda Ruiz de Azúa, Eduard Sola, Júlia de Paz
Producción ejecutiva: Susana Herreras y Fran Araújo (Movistar Plus+),
Juan Moreno (Feelgood Media), Koldo Zuazua (Kowalski Films)

Dirección: Alauda Ruiz de Azúa
Guion: Alauda Ruiz de Azúa, Eduard Sola, Júlia de Paz
Fotografía: Sergi Gallardo
Dirección de arte: Zaloa Ziluaga
Dirección de producción: Itziar García Zubiri
Diseño de vestuario: Marta Murillo
Maquillaje y peluquería: Ainhoa Eskisabel
Sonido directo: Andrea Saenz Pereiro
Edición: Andrés Gil

*querer. *mentir. *juzgar. *perder.

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